lunes, 3 de diciembre de 2012

De que depende tu salud




Tu perfecta salud parece depender de varios factores en varias áreas de tu vida, pero en realidad solo depende de uno solo.  La perfecta salud depende del libre fluir de nuestra energía vital por nuestro ser, la que en algún momento bloqueamos como respuesta al medio que nos amedrenta y como una solución del momento para protegernos. Por ejemplo, bloqueamos la energía que circula en nuestro cuarto chacra cuando hemos sentido mucho dolor a causa del desamor de nuestros padres en la infancia. Como medida de protección creamos un escudo que protege nuestro cuarto chacra con la intención de evitar sentir ese dolor. Con el tiempo, ese escudo creado artificialmente por nosotros, impide el paso libre de energía y se producen enfermedades relacionadas con los órganos del cuerpo que son regidos por este chacra.

Si observamos la creación de las enfermedades en su verdadero origen, dejaremos de pensar que nuestra salud puede depender de factores externos como tenemos la tendencia a creer. Al no darnos cuenta del verdadero origen de una enfermedad podemos pensar que otros factores han sido los responsables de la perdida de la salud. Al no observar las verdearas causas de la enfermedad, buscamos soluciones en el lugar equivocado, obteniendo a cambio una tranquilidad que solo nos permite dejar de sentir dolor físico o salir de la emergencia.
Es así como muchas veces pensamos que enfermamos por una inadecuada alimentación, porque no tenemos los recursos económicos para proteger nuestra salud, porque no contamos con un adecuado sistema de salud, por una condición inadecuada del medio ambiente, por problemas en las relaciones de pareja o en el trabajo, por las dificultades que hemos vivido en el pasado y por las preocupaciones que tenemos por el futuro. Sin embargo, nuestras enfermedades se producen por la respuesta emocional que damos a todos estos factores externos.

La alimentación adecuada puede ayudarnos a sentirnos bien, pero la salud no depende exclusivamente de ella. Es así como he atendido personas con graves enfermedades que han sido muy cuidadosas con su cuerpo físico, otorgándole todos los cuidados de que él requiere en cuanto a ejercicio o alimentación y he visto en sus rostros la gran interrogante que se les presenta cuando descubren que de igual manera han enfermado.

Los sistemas económicos nos han hecho creer que es necesario, y más que eso, que es imprescindible, contar con un buen sistema de salud que asegure las atenciones médicas que se requieren como medida para cuidar la salud. En sus propagandas ellos dicen que seas responsable, que obtengas el mejor plan para asegurar tu bienestar y obtener los medicamentos que te aseguran una buena salud. Es verdad que un buen respaldo de atención en casos de urgencia es deseable, pero la primera prioridad no se basa en contar con estos sistemas. Lo primero es equilibrar nuestras emociones y alinear nuestras creencias al bienestar que la Fuente nos otorga en forma gratuita. En este caso la prioridad cambia y observamos que los propulsores de estas iniciativas nos están entregando el mensaje invertido.

Demasiadas veces pensamos que enfermamos porque estamos experimentando problemas de relaciones con la pareja, con la familia o en el trabajo. Pero en realidad estamos enfermando porque no hemos comprendido que cada cual tiene su proceso y que aún nos queda camino por recorrer para relacionarnos en amor incondicional. Puede ser adecuado cambiar de pareja o de trabajo cuando las cosas están complicadas, estamos sufriendo y desgastándonos energéticamente. Pero en realidad seria de mayor significancia descubrir qué es lo que no podemos perdonar en esas relaciones para que lo estemos pasándolo tan mal. Este entendimiento nos otorga libertad para movernos y disfrutar de una mejor calidad de vida sin la necesidad de volver a encontrar los mismos problemas a la vuelta de la esquina una y otra vez, pensando que tenemos mala suerte o enfermando como consecuencia de ello.

Los problemas económicos son también una gran fuente de dolor para muchas personas. La tensión que se vive bajo este inconveniente genera mucha tensión y mucho estrés que a la larga perjudica la salud. Muchas enfermedades son derivadas del sufrimiento emocional causado por la angustia de los problemas económicos. Tenemos la tendencia a pensar que una vez eso sea superado, nos sentiremos mejor y no nos damos cuenta de que la solución es justamente al revés. Primero deberemos recordar que somos hijos de un Padre generoso, que nuestro sustento se encuentra asegurado, que nuestros dones están disponibles y que nuestra imaginación nos puede llevar a mejores posiciones económicas para que todo marche más ordenado y fluido, mejorando nuestra salud de inmediato.

Los amargos recuerdos del pasado son responsables de innumerables problemas de salud, así como también las angustias por el futuro. Vivir el presente, disfrutando del aquí y el ahora, es algo que aun no conocemos en profundidad. Pocas veces nos instalamos en el momento presente que es donde es posible crear la vida y sus beneficios. Es suficiente con realizar una actividad cotidiana como cepillarnos los dientes, como para que nuestra mente se permita viajes increíbles hacia el pasado o hacia el futuro. Estos viajes no serian tan dañinos si no fuera por nuestro tan marcado habito de hacerlos cargados de emociones desagradables en vez de emociones agradables y enfocados en lo que no queremos en vez de lo que sí queremos.

Podemos pensar que algo o alguien nos enferma, pero en realidad, es bastante necesario darnos cuenta de que una parte de nosotros se encuentra bloqueando el normal y natural fluir de las energías de nuestro Ser como respuesta al miedo a sufrir lo que no queremos experimentar.

Pocas veces tenemos la paz mental y emocional para enfocar nuestra visión en la vida que queremos disfrutar, teniendo la paciencia y la delicadeza de su diseño en el interior de nuestro Ser ajustándonos a la intención de la Fuente que solo quiere nuestros bien.
Patricia González.

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viernes, 2 de noviembre de 2012

El maravilloso sistema inmunológico


Nuestro sistema inmunológico es el encargado de resguardar nuestra salud en muchos aspectos. La ciencia explica que nacemos sin defensas contra las enfermedades y que nuestra madre nos entrega todas las necesarias por medio de la leche materna en los primeros meses de vida. Luego, el sistema inmunológico evoluciona por cuenta de cada uno, siendo muy distinto en cada niño y en cada adulto.

Esto podría explicar que la salud del niño hasta los siete años de edad está directamente relacionada con la salud de la madre. Tanto es así,  que cuando un niño pequeño enferma, no se debería tratar al niño, solo se tendría que tratar a la madre. Es ella la que trasmite su debilidad, fragilidad, miedo, angustia o estrés al niño y por eso el niño enferma. Un buen equilibrio en la madre, asegura una muy buena salud en el niño.

El desarrollo de este maravilloso sistema es innato, pero también es  adaptativo o adquirido y esto lo hace muy especial, ya que es capaz de adecuarse a diferentes condiciones medio ambientales para cumplir su función de proteger la salud bajo muchas circunstancias. Su eficiencia y eficacia depende de cada persona. Ya sabemos que este sistema obedece en forma directamente proporcional a la estabilidad y el equilibrio mental, emocional y espiritual de cada persona.  Quien se encuentre más equilibrado tendrá un buen nivel de defensas que lo protegerá de muchos malestares y enfermedades. Así mismo, la persona energéticamente desequilibrada tendrá un sistema inmunológico más débil, presentará mas enfermedades y en mayor frecuencia y gravedad. Así pues, nuestro sistema inmunológico depende del estado de equilibrio de cada persona en particular.

El flujo natural de energía es el principal responsable de que el sistema inmunológico se encuentre fuerte y robusto. Existen muchas razones por las cuales nuestro sistema inmunológico puede ir mermando su función, pero todas ellas pasan por la poca fe que sostenemos en la gran capacidad de nuestro cuerpo para protegernos y cuidar nuestra salud. En estos tiempos existe la tendencia a dejar de considerar la valiosa función que este gran sistema nos proporciona. Muchas veces damos más poder y credibilidad a otros medios externos a nuestro cuerpo para ayudar a recuperarnos de alguna enfermedad o malestar. Sin ser muy conscientes de esta actitud, vamos empequeñeciendo su vital función, en vez de fortalecerla.

Bajamos el poder de nuestro sistema inmunológico cuando creemos que podemos resfriarnos porque hace frio o porque nos mojamos con la lluvia.  El frio, la lluvia o la nieve no pueden enfermarnos, solo  nos sucederá cuando bajemos el nivel de funcionamiento del sistema de defensas y éste decaerá si decae nuestro ánimo y por consecuencia, nuestra energía vital. Si nos sentimos bien y felices, no nos refriaremos aunque la lluvia nos encuentre de sorpresa o pasemos mucho frio.

Lo  mismo sucede cuando somos víctimas de algún virus o bacterias. Cuando enfermamos a causa de una contaminación por virus y bacterias, sentimos que estos microorganismos nos atacaron y que es necesario defenderse de ellos con ayuda externa. Para esto utilizamos comúnmente dos estrategias, el uso de sustancias como antibióticos o antivirales y además tomamos la precaución de desinfectar nuestro medio ambiente. El uso de estas sustancias también ataca toda la flora microbiana que posee naturalmente nuestro sistema biológico dispuesto para protegernos de este tipo de contaminación. Se ha estudiado que del peso corporal,  cerca de 2 kilogramos corresponden al peso de estos microorganismos dispuestos a defendernos día y noche, los que son severamente afectados, junto a los que queremos eliminar, por uso indebido de estas sustancias que ingerimos.

Los virus y las bacterias susceptibles de enfermarnos se encuentran por todas partes y cuando pretendemos descontaminar todo el medio para protegernos, casi estamos pidiendo lo imposible. Tarde o temprano nos encontraremos con ellos porque abundan por todas partes. La solución más efectiva seria fortalecer nuestro sistema inmune para sentirnos a salvo. El cuerpo se encuentra capacitado para defenderse de estas contaminaciones en forma más efectiva de cómo nosotros pretendemos hacerlo. La naturaleza aun nos sorprende con su perfección.

Recuerdo un pasaje de la biblia que menciona un hecho que me llamó mucho la atención. Algunas personas reclamaron a Jesús que él y sus apóstoles no se lavaran las manos para comer, a lo que Jesús contestó: “no importa lo que entra al cuerpo, lo importante es lo que sale de él”. Podríamos estar preparados para resistir cualquier microorganismo si tan solo de nuestro corazón emanara luz, alegría y amor, que son el verdadero sustento de un perfecto sistema inmune.

La estabilidad mental, emocional y espiritual asegura una sólida consecuencia, una estabilidad física a toda prueba. 

Patricia González.

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jueves, 20 de septiembre de 2012

Los peligros de un diagnostico medico


El cuerpo físico siempre nos está enviando mensajes respecto a cómo estamos alineados con lo que realmente somos. El mensaje puede llegar en forma de cansancio, ansiedad, depresión o también directamente con la afección de un órgano del sistema biológico.

Cuando se afectan los órganos del cuerpo físico, ya sea por enfermedad o por un incidente,  estamos recibiendo un mensaje relacionado directamente a la función que cumple el órgano en cuestión. De esta menara, cuando afectamos un órgano del cuerpo es fácil detectar cual de todas las funciones biológicas pensamos que se encuentran en riesgo en este momento en nuestra vida y podemos hacer algo al respecto. Por ejemplo, si nos sentimos muy abrumados y asfixiados en un ambiente con relaciones toxicas, podemos sufrir de asma.

Cuando estamos afectados con resultados que tienen influencia en el ánimo o vitalidad, sin afectar los órganos del cuerpo directamente, es posible que el mensaje se relacione más con cuestiones existenciales que se encuentran reconocidas conscientemente a nivel mental. La enfermedad biológica no se manifiesta porque la problemática queda retenida conscientemente en la mente. Así, la misma persona que está en medio de relaciones toxicas puede manifestar depresión y no asma.

Últimamente la ciencia ha avanzado mucho en la investigación que explica cada una de las enfermedades relacionadas los pensamientos que albergamos en la mente. El libro de Louisa L. Hay “Sana tu Cuerpo”, nos entrega importante información de este tema. Sin embargo, podemos reconocer que aun leyendo el valioso contenido que tiene  esta información, se nos hace difícil llegar a dimensionar que nuestra enfermedad es realmente creada por la propia mente y las ideas erradas que tenemos sobre nosotros mismos.

En estos tiempos se sabe mucho de este tema en forma abierta, pero aun es muy poco utilizada a nivel de los consultantes  y de la medicina actual. Los médicos, en su gran mayoría, aun no asumen que la mente tenga este poder de crear la enfermedad. Cuando un paciente va a una consulta médica común, con frecuencia su enfermedad es diagnosticada como que la persona tiene esa condición, o sea, si tiene alta la glicemia (alto nivel de azúcar en la sangre) el paciente se convierte en un diabético. En realidad hay una gran diferencia cuando podríamos afirmar que esa persona con altos niveles de azúcar en su sangre tiene en ese momento la condición de diabetes, pero que no se ha transformado en un diabético.

Esta sutil pero enorme diferencia podría separar lo que es una condición del momento con una condición permanente. Cuando una persona es diagnosticada con el nombre de la enfermedad, se pueden cerrar las puertas a su sanación. En estos casos la mente puede jugar en contra de su claridad para buscar las soluciones, lo que hace decaer el sistema inmunológico que es el sistema más importante de sostener en ese momento.

Si la persona que busca su sanación deja de llamarse paciente (que se relaciona mas con una víctima de una enfermedad) y pasa a ser un consultante o cliente que entiende y comprende que su diagnostico es una condición temporal, sale de la consulta con una gran tarea en su mano: descubrir cuál es esa patrón mental que crea su enfermedad para cambiarlo. Si la persona sale de la consulta con un diagnostico que lo transforma en un enfermo, se debilita su poder para encontrar la sanación.

La mente es muy fácil de engañar y por eso se debe tener la precaución de concebir la posibilidad cierta de que solo se trate de un estado temporal que puede modificase en cualquier momento con cierta introspección o con la ayuda adecuado según sea el caso. Algunos científicos ya han demostrado que todos presentamos muchas enfermedades que a veces llegan a manifestarse y que luego desaparece sin haber sido advertidas y otras permanecen en estado latente hasta que se den las condiciones para que lo hagan. Si un diagnostico nos encierra en una enfermedad X, la persona tiene la tendencia a quedarse allí sin esperar salir de esa condición.

Para evitar todo esto, sería más conveniente que nos informemos de cuáles son los patrones que crean nuestra enfermedad en el menor tiempo posible para revertirla, en vez de que nos quedemos con el diagnostico y busquemos quien nos pueda quitar la enfermedad. O sea, resulta más adecuado la educación respecto a este tema, que un sistema de salud muy bien implementado.

Si ya existe mucha información que explica la creación de nuestras enfermedades, podríamos sacar más partido a ella y gastar menos tiempo y recursos mientras buscamos ayuda externa. Toda ayuda médica, con fármacos y otros, pueden ser un muy buen soporte para mantenernos en mejor estado, pero no somos dependientes de estos para sanar.

Un diagnostico medico puede hacer estragos en una persona si esta no comprende en profundidad lo que eso significa y cuando el diagnostico informa que se trata de una enfermedad genética, los estragos pueden ser aun mayores. Podemos comprender que los genes son perfectamente modificados por nosotros corrigiendo los patrones que heredamos de la persona que tenía esa enfermedad con anterioridad. Los genes no son más poderosos que nosotros y nuestra conciencia. Solo nuestras ideas erróneas sobre nosotros mismos pueden permitir que una enfermedad nos consuma y nos mantenga prisioneros.
Si reconoces tu poder ninguna enfermedad te podrá acompañar por mucho tiempo.

Patricia González.
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miércoles, 9 de mayo de 2012

Salud natural




Nuestro cuerpo físico es un sistema inteligente en sí mismo. Está diseñado de tal manera que puede auto sanarse, equilibrarse y hasta renovarse cada siete años con todas sus células nuevas. Tiene una gran resistencia a las influencias del medio ambiente, virus, bacterias, toxinas y también a nuestros pensamientos limitantes. Sin embargo, nosotros podemos influir negativamente en él si dejamos de considerar sus grandes fortalezas y lo consideramos frágil y vulnerable.

Cuando estamos en equilibrio emocional, metal y espiritual, nuestros cuerpos se mantienen muy saludables. Estando en equilibrio nuestro SER es capaz de cuidar nuestro cuerpo porque tiene el dominio sobre todo el sistema físico y porque sabe reconocer lo que le hace bien y lo que puede dañarlo. El SER está en perfecta comunicación con el cuerpo físico porque es su creación y su vehículo para moverse en esta realidad 3D y por lo tanto existe una sinergia perfecta entre ambos.

Nuestro SER es generalmente confundido con nuestro cuerpo físico. Debido a la mirada particular de los ojos humanos, tenemos la sensación de que nosotros somos nuestro cuerpo. Es tiempo de comenzar a recordar que nuestro SER en realidad es el verdadero habitante y nuestro cuerpo un colaborador. Aunque nuestro cuerpo físico también puede evolucionar a niveles energéticos transformándose en luz, si recordamos con claridad lo que somos en esta encarnación, en la mayoría de los casos nuestro vehículo nos acompañará por un tiempo limitado. Este tiempo que vivimos con nuestro cuerpo puede ser muy agradable y en perfecta salud, no tiene por qué  sufrir con malestares y enfermedades.

Para mantenernos en un buen estado de salud, es importante recordar que nuestro SER es quien domina sobre nuestro cuerpo. Creer que nuestro cuerpo puede ser atacado y destruido por algunos agentes externos es una puerta abierta a la enfermedad. El es capaz de soportar virus, baterías, toxinas como el mercurio de las amalgamas que llevamos en la dentadura, alimentación con aditivos y hasta la radiación. Incluso existe evidencia científica de algunos casos mundiales de niños y adultos que han vivido por muchos años sin consumir alimento ni agua. Es evidente que para que eso ocurra debemos estar en un estado de conciencia evolucionado. Para los que aun no tenemos este grado de evolución, los cuidados al cuerpo son necesarios mientras vamos avanzando en este conocimiento.

Podemos comenzar a comprender que no es necesario sentirse víctima cuando perdemos el equilibrio en la salud. Aunque solo nos pertenece la perfecta salud, a veces nos enfermamos. Para prevenir la enfermedad y mantenernos más saludables contamos con muchos medios para ayudarnos, entre ellos se encuentra el cuidado de nuestro estado de paz interior, sentir que somos guiados y cuidados divinamente, que estamos de paso para aprender, que tenemos permiso de equivocarnos y volver a intentar todas las veces que sea necesario hasta encontrar nuestra dicha interior que fortalecerá nuestro sistema inmunológico. Además podemos cuidar nuestro cuerpo por medio de una alimentación balanceada con alimentos naturales, cuidando el pH del torrente sanguíneo y otros fluidos del cuerpo y favoreciendo una buena digestión. Además, es muy saludable tomar baños de sol incluidos los rayos ultravioletas que también necesitamos; beber agua, especialmente agua de mar que contiene todos los nutrientes que necesitamos; hacer el suficiente ejercicio físico, ya sea físico o virtualmente y hacer el amor lo más seguido posible, idealmente tener un orgasmo diario.

Cuando perdemos el equilibrio de la salud perfecta, también tenemos varios medios para ayudarnos. Podemos hacer visualizaciones de auto sanación de nuestro cuerpo, conversar con él, llevar oxigeno, luz y energía a los órganos comprometidos. Además tenemos apoyos de la naturaleza como imanes, frutas, flores y otra gran cantidad de terapias naturales.

El cuerpo humano no requiere soluciones artificiales que no se encuentran en la naturaleza para sanar, aunque eso sea lo que hacemos en casi la totalidad de los casos. Todo lo artificial como las vacunas, medicamentos, cirugías y otros son soluciones artificiales que se pueden evitar si así lo decidimos. Poco a poco estamos evolucionando a este entendimiento y ya son muchas las personas que pueden dar testimonio de esta gran verdad. Ya vamos comprendiendo que toda enfermedad es reversible.

La medicina científica funciona muy bien para atender emergencias, accidentes y hacer diagnósticos, pero para sanar enfermedades se ha ido separando de lo natural y sin que ello sea necesario. Hay estudios que indican que los medicamentos son uno de los negocios más poderosos y lucrativos. Se sabe que la medicina moderna no tiene remedio para la depresión, diabetes, enfermedades cardiacas, artritis, cáncer y que los medicamentos para estas enfermedades son los que más se venden y los que el paciente necesita ingerir por tiempos prolongados. Todo esto sin considerar que todos los medicamentos pueden dañar el hígado.

Al parecer necesitamos más información sobre la nuestra naturaleza, más que un sistema de salud.

Patricia González
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domingo, 8 de abril de 2012

Luchar contra la enfermedad


Cuando nuestra salud se ha deteriorado, sentimos una gran necesidad de recuperarla rápidamente. La mayoría de las veces, sin importarnos mucho los medios que utilicemos para lograrlo, emprendemos una fuerte batalla contra la enfermedad. Cuando enfermamos pensamos que algo ajeno a nosotros nos ha invadido y sentimos que merece ser expulsada de nosotros lo más pronto posible y por los medios que sea.

Una enfermedad o un accidente han sido creados por una parte de nuestra mente. Cuando no reconocemos esto, sentimos que debemos luchar contra esa enfermedad. Cuando somos conscientes de que nosotros mismos somos los creadores de esa enfermedad no sentimos la necesidad de luchar contra ella, ya que hacerlo significaría atacar a esa parte de nuestra mente que está creando esa enfermedad. Luchar contra nuestra enfermedad es utilizar una parte de nuestra mente para atacar a otra parte de nuestra mente que ha creado el desequilibrio.

Muchas veces nos sentimos satisfechos porque hemos logrado acallar los síntomas de una molestia o enfermedad, postergando su manifestación a un tiempo futuro o empeorando lo que se está creando dentro de nuestro interior día tras día sin dar una verdadera solución. Si en el camino no hemos hecho el cambio interior, la molestia o enfermedad seguirán su curso inexorable hasta que le prestemos la debida atención.

Una debida atención significa prestar oído a lo que está sucediendo. Prestar oído significa escucharse a sí mismo. Para ello necesitamos silencio. La meditación es una excelente forma de hacer el silencio necesario, lo que implica darse el tiempo para atender nuestras necesidades. Esto no se puede realizar luchando contra nosotros mismos, sino, atendiéndonos con amor y delicadeza para permitirnos el bienestar interior.

No es lo mismo querer rectificar esa parte de nuestra mente que crea la enfermedad, que desear que la enfermedad desaparezca. No es lo mismo querer expulsar nuestra enfermedad a permitirnos un estado de salud.

En la actualidad, la medicina tradicional está preparada para dar un acertado diagnostico del tipo de enfermedad, un completo estudio por medio de análisis de laboratorios, un excelente apoyo instrumental para otro tipo de exámenes, pero aun no está implicada en descubrir las verdaderas razones que crean la enfermedad que se gesta en la historia del paciente. Su principal función está dirigida a luchar contra la enfermedad y no escucha al paciente en su profundidad y en su forma de vida. Por lo general, una consulta médica se extiende por unos escasos minutos, donde no se alcanza a apreciar nada de lo que realmente está sucediendo.

Cuando la persona que se encuentra enferma se dispone a escuchar el mensaje de su enfermedad y a escudriñar en su historia, tendrá más posibilidades de reconocer la causa de su enfermedad y sanar. En muchas  ocasiones, este descubrimiento tendrá que ser guiado por otra persona porque se hace muy complicado descubrir las propias creencias sostenidas por tanto tiempo que se hacen invisibles a la persona que desea sanar.  Es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que ver la viga que llevamos sobre nosotros.

El deseo de luchar contra la enfermedad y contra sus síntomas, queda en segundo plano cuando comprendemos que podemos descubrir las verdaderas razones que la provocan y la enfermedad en si se hará más llevadera. Un enfermo que comprende la importancia de esto, baja sus niveles de angustia, siente más confianza, recibe su enfermedad con más paz y se siente más seguro.

Una postura más serena frente a la enfermedad, da lugar a mejores posibilidades de atenderse verdaderamente donde se requiere. Permite tener la calma para analizar, estudiar, detectar y cambiar aquellas ideas erróneas que están alojadas en su mente y que están creando su enfermedad. Esta serenidad también permite dejar de alimentar la enfermedad y disponerse a hacer visualizaciones que abren el camino al permitir su estado de salud perfecto.

Cuando la persona no guarda la certeza de que su enfermedad es su propia creación, siente que está desprotegida y el diagnostico es recibido con mucha angustia y miedo, sintiendo que ese mal se desarrolla dentro de él en forma descontrolada y sin que pueda evitarlo. Para estas personas, un diagnostico de una enfermedad complicada se convierte en una pesada carga que casi no puede sostener. Esto es especialmente fuerte cuando los médicos le señalan al paciente que su enfermedad tiene un proceso progresivo y grave.

Aun estando afectado por una grave enfermedad, podemos y tenemos el derecho a visualizar y permitir un estado de perfecta salud. Este permitir puede hacer la diferencia entre permanecer enfermo o sanar o entre la vida y la muerte. Es indispensable escuchar a esa parte de nuestra mente que está generando la enfermedad y darle luz para que deje de crearla. Es indispensable dejar de luchar y hacer la unión de las partes de la mente que se están contradiciendo. Esa contradicción llega a su fin cuando nos unificamos en el solo sentimiento de salud perfecta.

Patricia González                                             
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lunes, 19 de marzo de 2012

Las preocupaciones nos hacen enfermar


Preocuparse es tan común, que parece que fuera natural. Pero las preocupaciones acarrean muchos problemas de salud y además son inútiles para solucionar cualquier cosa que necesitemos resolver.

Cuando nos preocupamos por cualquier cuestión, lo hacemos con la finalidad de querer resolverla o evitarla para que no se presente en nuestra vida. Sin embargo, cuando hacemos esto, estamos dejando el tiempo suspendido.  Nos alejamos del presente, que es el único lugar que existe para actuar. O mejor dicho, colmamos nuestro presente con energías inútiles que no nos ayudan a actuar. La acción de preocuparse significa: desasosegar, intranquilizar, ansiar, inquietar, alarmar, recelar, angustiar, obsesionar, afligir, ofuscar, desvelar, impacientar. Si nos invadimos de estas energías, nos alejamos del presente donde se encuentran las situaciones que pretendemos resolver y estas quedan sin atender. Por ende, solo podemos dar vueltas y vueltas en una actitud fútil y desgastante, que además afecta nuestro cuerpo físico.

La acción contraria a preocuparse es: ocuparse, responsabilizarse, cuidar, fomentar, interesarse, prevenir. Y esto sí que nos ayuda a resolver o a evitar aquellas cuestiones de las que estamos preocupados. Cuando hacemos esto, no solo resolvemos o evitamos lo que estamos temiendo, sino que además nos embarga una agradable sensación de empoderamiento, que lejos de desgastarnos, nos hace sentir vitales y saludables.

A la sabia naturaleza no le quedan bien nuestras preocupaciones y le encanta que nos ocupemos de nuestros asuntos. Nuestro cuerpo se resiente fuertemente cuando tenemos el habito de preocuparnos y muchas veces no somos consientes de lo que esto significa para nuestro organismo.

Cuando nos preocupamos comenzamos a tensar muchos órganos de nuestro cuerpo, provocamos muchos inconvenientes en su funcionamiento que luego de un tiempo comienzan a manifestarse de distintas formas. La tensión acumulada en cuero cabelludo hace que nuestro cabello se debilite, se vea seco, sin vida y el poco alimento que le llega por la baja circulación de nutrientes puede crear la no deseada caída del cabello. La tensión acumulada por lo que no nos gusta ver, nos produce tensión en los músculos y nervios de los ojos disminuyendo la visión. La tensión acumulada en el cuello y los hombros nos podrán fomentar tortícolis y dolores en los hombros y brazos. La tensión acumulada en los brazos nos creará tendinitis. La tensión acumulada en el pecho nos traerá dolores de angustia y en su recurrencia puede afectar el normal funcionamiento del corazón. La tensión acumulada en la espalda nos creará lumbagos y problemas con las vertebras de la columna. La tensión de los músculos del ano nos creará hemorroides y así, la lista es enorme.

Si nuestro cuerpo se resiente debido a las preocupaciones, es evidente que estas no son bienvenidas, ni necesarias. Es obvio que las preocupaciones son muy difíciles de manejar en esta vida tan ajetreada, pero podemos prestar más atención para buscar una manera más aliviada de vivir. La naturaleza nos agradecerá que procuremos vivir con más armonía, más serenidad y más paz interior.

La sensación de preocupación nos entrega un mensaje muy claro respecto a lo que podemos hacer para evitar o solucionar nuestros asuntos. En realidad solo hay dos salidas a esta cuestión, o hacemos algo o aceptamos las cosas tal como están y no hay más. Si podemos hacer algo, lo haremos. Si no queremos hacer algo al respecto también está bien, pero preocuparse está demás.

Las preocupaciones tienen su origen en la fuerte sensación de desconfianza del proceso de la vida. No hemos aceptado la maravillosa promesa de que no tenemos que preocuparnos, porque todo lo que necesitamos nos será otorgado por nuestro Padre. Cuando aceptemos esto en su totalidad, nos relajaremos y nos sentiremos mucho mejor. Podremos dar un suspiro de alivio y poner una sonrisa en nuestro rostro y también reír. Para mientras que trabajamos en aceptar esta promesa con toda su increíble verdad, necesitaremos hacer ejercicios de relajación y mucha meditación.

Patricia González
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lunes, 12 de marzo de 2012

Podemos dejar de alimentar nuestra enfermedad



Tenemos una increíble tendencia a alimentar nuestras enfermedades en forma tan inconsciente, que nos resulta casi imposible advertir cuando lo estamos haciendo. Esta actitud nos parece tan inofensiva y tan normal, que no advertimos el juego en que nos involucramos voluntariamente. Es muy común escucharnos decir algunas frases como: todos los años me resfrió, con este frio seguro que me enfermo, esta es mi enfermedad, me siento pésimo con esta enfermedad, estoy muy enfermo, me siento tan mal y tantas otras.

Es evidente que cuando enfermamos es necesario situarse en el presente y aceptar que estamos enfermos. Reconocer nuestra dolencia es el primer paso a nuestra recuperación de la salud, especialmente si esa enfermedad tiene cierta gravedad. Sin embargo, luego del primer paso de reconocer su presencia, podemos disponernos a revertir la situación cuando deseemos. Nadie nos obliga a sanarnos, como nadie nos obligó a enfermarnos.  Esto puede ser un proceso muy inconsciente, pero nadie nos ha obligado a transitarlo.

Recuperar la salud es una decisión voluntaria y personal. Siempre se va a necesitar que el enfermo tenga la voluntad para recuperarse, aunque se trate de un niño. Un niño es un alma que tiene muchos años de existencia como cualquier adulto y en sus niveles superiores puede elegir no recuperarse, tal cual lo puede hacer un adulto. Si ésta es su elección, seguramente tiene otros planes para su evolución y no se recuperará aunque exista un gran equipo médico asistiéndolo. Nuestro Padre respeta y honra la decisión que tomemos, sin importar la que sea.

Si existe la voluntad de sanar, los medios para esa recuperación aparecerán. Sin embargo, a veces nuestra decisión de sanar es ambigua o poco decidida, digamos que le falta energía a nuestro deseo. Es así como saboteamos nuestra recuperación haciendo que nuestra enfermedad pueda acompañarnos por mucho tiempo, a veces muchos años. Dudamos de nuestra capacidad de elección, dudamos de la colaboración de nuestro Padre, dudamos de que seamos merecedores de la sanación, dudamos que nuestra enfermedad se pueda ir como por arte de magia. Muchas veces ni siquiera nos podemos imaginar cómo sería nuestra vida sin esa enfermedad.

La duda nos hace pasear por el fin de la enfermedad y la creación de la enfermedad. Por ratos nos sanamos y por ratos seguimos igual, haciendo que nuestra enfermedad se quede estable en ciertos niveles,  generando en nosotros y en nuestro medico, la tranquilidad y la certeza de que la tenemos al menos bajo control. Si no existiera la duda en nosotros, la enfermedad llegaría a su fin de inmediato.

Es muy común que por ratos tengamos sinceros deseos de sanarnos y que en otros momentos alimentemos nuestra enfermedad sin darnos cuenta. He visto como nuestro Ser Superior se ríe a carcajadas de nosotros cuando hacemos esto (él todo lo disfruta). Estando a solas nos damos anergia y entusiasmo, tomamos los medicamentos, hacemos la terapia, oramos, meditamos y luego, al encontrarnos con algún amigo volvemos a decirles: “estoy enfermo de esto”, volviendo a punto cero nuestra recuperación. Es muy importante recordar que todo lo que decretemos es lo que vamos a experimentar.

Para recuperarnos de una enfermedad, es necesario comprender que ella nos vino a visitar para darnos algún mensaje. Podemos darle las gracias y reconocer que estamos dispuestos a ver y a escuchar lo que ella nos quiere comunicar y decirle que ya se puede comenzar a retirar. Desde ese momento podemos decretar que cada día nos sentimos mejor, que cada momento es una oportunidad para restablecer la normalidad, que todo se está moviendo y movilizando en nuestro interior para alcanzar la sanación y podemos estar agradecidos de poder acceder a esa posibilidad. Decretar que cada día nos estamos sintiendo mejor es de clave en la recuperación. Si nos instalamos en esa posición las 24 hrs del día nos recuperamos sin excepción.  Y si tuviéramos una fe tan pequeña como un grano de mostaza, podríamos sanar de inmediato.

Todo lo que vamos decretando en cada instante es lo que se va manifestando en nuestra vida. Si por ratos nos sentimos muy enfermos y hacemos que los demás lo sepan y les hablamos de lo mal que lo estamos pasando, es porque estamos recreando y alimentando nuestra enfermedad. Evidentemente no se trata de negarla, pero se trata de dejar de darle más energía para que ella siga creyendo que está siendo muy bienvenida y que no es necesario que se retire.

Nuestras creencias, nuestras ideas y sentimientos pueden hacer que nuestra enfermedad sea una gran invitada muy bien recibida que no desea irse de nuestro lado o pueden hacer que ella se debilite hasta desaparecer.  Maldecirla y exigirle que se vaya tampoco es el camino, porque mientras más la odiemos, mas se alimentará de nuestras energías. Ella es la portadora de un mensaje que podemos agradecer y dejar ir a la mensajera en paz cuando así lo decidamos.

Patricia González
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miércoles, 29 de febrero de 2012

Recuperando la salud


Por lo general, cuando enfermamos sentimos que la vida nos envuelve en una circunstancia que no teníamos contemplada. Casi siempre se trata de una sorpresa. Esta circunstancia nos obliga a hacer una pausa, a veces es muy sutil y otras veces es muy brusca, dependiendo de la enfermedad que estemos manifestando.

Sabemos que nadie quiere enfermar voluntariamente y por lo tanto la mayoría de las enfermedades son causadas por desequilibrios de los que no estamos siendo conscientes. Cuando tenemos conciencia de lo que nos está sucediendo, la enfermedad no se manifiesta físicamente, se queda en los planos energéticos donde podemos sentir el aviso emocional, mental y/o espiritual que podemos atender antes de que sea traspasado al cuerpo físico. La enfermedad solo se manifiesta en el cuerpo físico cuando no hemos tenido el suficiente nivel de conciencia para darnos cuenta de lo que nos está debilitando por dentro. Por eso la recibimos como una sorpresa.

Cuando enfermamos, tenemos la posibilidad de detenernos, descansar y mirar hacia el interior en busca de una verdad que hemos dejado de considerar y que hemos sustitutivo por una verdad personal que es falsa para el universo. Estas falsas verdades generalmente las hemos heredado de nuestra familia y del entorno social. Son tan comunes, que nunca antes habíamos imaginado pensar que pudieran ser falsas o erróneas, solo nuestra enfermedad puede atestiguar su falsedad.

Para que una idea errónea sea capaz de romper la estabilidad del perfecto funcionamiento del sistema biológico, debe haber sido mantenida por un tiempo suficiente para crear ese desequilibrio, el que puede variar de días a años según la enfermedad. El contagio de un resfrío se puede generar en un día, justo aquel día en que bajamos nuestras defensas, otras enfermedades  como el cáncer necesitará al menos un par de años de incubación de ideas para manifestarse.

Sea cual sea nuestra enfermedad, siempre tenemos la posibilidad de alinearnos con nuestra salud. Si fuéramos capaces de hacerlo rápidamente, podríamos ser participes de un milagro, como llamamos a aquellas sanaciones producidas en muy corto tiempo. Comúnmente necesitamos un tiempo adecuado a cada persona para hacer esta alineación y para corregir los patrones que han creado esa enfermedad. Ya sabemos que nos podemos ayudar de muchas maneras, con algunos medicamentos, con una cirugía, con algunas terapias,  con tratamiento naturales de frutas, plantas medicinales, flores y tantos otros, pero todos ellos solo aportaran la matriz del recuerdo de la perfecta salud que en definitiva tendremos que adoptar. Tenemos muchas herramientas a la mano, cada una de ellas nos aportará su valor y el marco para encausar las energías nuevamente.

Pero quizás lo más importante se encuentre en la calidad del amor a sí mismos. Cada enfermedad puede tener variados orígenes en el detalle, pero en su profundidad siempre estará dependiendo del grado de amor que seamos capaces de alcanzar y expresar dentro de nosotros. Para la fuerza del amor no existe enfermedad rebelde o incurable, solo puede existir nuestra falta de alineación con ese amor.

La gran mayoría de las enfermedades son producidas por ese juego que hacemos  cuando inclinamos la balanza más al miedo que al amor. Mientas más miedo sintamos, más posibilidades de enfermar.

En el libro de Louise Hay se adjudica a la “falta de amor a sí mismo” como a la “falta de amor a los demás”, aproximadamente la cuarta parte de las enfermedades allí descritas. Luego la siguen de muy cerca la “falta de confianza en la vida” y el “no sentirse a salvo en la vida”. Podemos concluir que la sorpresa de la enfermar la explica una tendencia a la falta de amor y una práctica del miedo, que bien vale la pena considerar.

Tapar nuestro corazón con una coraza para impedir que emane el amor que somos, nos hace mal. También nos hace mal olvidar nuestro origen, dejar escondido dentro de nosotros todo el poder y toda la perfección  que se nos ha otorgado y temblar de miedo sin recordar quién es nuestro Padre.

El miedo solo puede ser desplazado por el amor y esta tarea es maravillosa y fascinante. Cada enfermedad nos viene a dar una nueva oportunidad de alinearnos a lo que realmente somos, para que todos en conjunto lleguemos a ese nivel donde el miedo quede totalmente desplazado dando lugar a esa luz que nos hará brillar en todo nuestro esplendor.

Es verdad que necesitamos un espacio para meditar porque el miedo ha estado con nosotros por mucho tiempo, pero la vida no presiona, solo te invita a que lo intentes. Tarde o temprano lo lograrás. Somos tan amados que no importando saber exactamente lo que nos sucede, podemos declarar simplemente que estamos dispuestos a dejar ir el patrón que crea nuestra enfermedad, para comenzar nuestra recuperación.

La recuperación será más rápida y efectiva si te enfocas en encontrar alivio en tus pensamientos y sentimientos. Todo lo que te brinde alegría y entusiasmo te puede ayudar. Toda declaración que te recuerde que la salud es natural y un derecho divino, te ayudará. Sentir ansiedad y querer apresurar tu recuperación no es recomendable porque estarás enfocando tu sanación desde el miedo. Tu mayor fortaleza puede estar centrada en agradecer todo lo que eres, todo que tienes y todo lo que haces. Agradecer nos conecta directamente con la paz interior, con el bienestar, con la satisfacción y con la alegría. Si te enfocas en lo que te falta seguirás mirando tu sanación desde el miedo. Prueba unos solo segundos lo que se siente al agradecer. Esta sensación es tan poderosa que el solo hecho de practicarla puede curarte de inmediato.

 Patricia González
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sábado, 28 de enero de 2012

Qué te está diciendo tu ansiedad



Tu ansiedad, en niveles saludables, te ayudará a moverte por la vida, te ayudará a hacer cambios, a tomar decisiones y a elegir nuevos rumbos. Buenos niveles de ansiedad te ayudan en tu supervivencia.  Sin embargo, cuando tu ansiedad ha crecido en niveles desproporcionados, ella comienza a  alimentarse de ti, te puede  generar muchos inconvenientes en la vida cotidiana y no está colaborando a tu supervivencia. Más bien, te está situando en un estado de emergencia eterno que te hace sentir a la deriva y sin contención posible. Como este sentimiento de emergencia tan elevado no es natural, sin lugar a dudas, estás recreando lo que aprendiste en algún momento de tu vida, en tu infancia o alguna experiencia de vidas pasadas.

En la infancia nuestros padres nos marcan las pautas de comportamiento de acuerdo a las respuestas que ellos mismos tenían a sus propias circunstancias y nosotros las absorbimos como aprendizajes sin poder cuestionarlas como validas o  favorables.  Hay tantas y tan variadas experiencias que pudimos absorber y dejar como marco de referencia emocional, que a veces se hace muy complicado llegar a descubrir con detalle como aprendimos la reacción cargada de ansiedad. Pero, aun sin saber exactamente quién nos enseñó el modelo, a quién estamos imitando, cuáles fueron las situaciones o las experiencias que vivimos con ansiedad, cuáles fueron las palabras que escuchamos o qué fue lo que sucedió,  tenemos en nuestras manos la posibilidad de superarla.

Para cualquier persona que está tratando de hacer un cambio interior, queriendo liberar alguna emoción repetitiva que le inquieta o hace sufrir,  se le hace muy complicado dejar de recrearla porque es lo único que conoce desde hace mucho tiempo. Ya no recuerda como es vivir sin esa sensación y cuando se predispone a soltarla sigue mirando todo el terreno con los mismos ojos. A veces puede lograr conseguir dejarla ir por algunos segundos, pero al volver a su realidad cotidiana todo vuelve al estado que prevalece en su interior. Esta es la principal causa de que la persona sienta que no es capaz de hacer un cambio para su bien, se siente vulnerable, se siente sobrepasada y generalmente se siente culpable de no poder lograrlo pese a todos los esfuerzos realizados. En realidad, no es que  la persona no tenga la capacidad, es que su mundo está pintado del color que desea detectar estando dentro de ese color. O sea, trata de salir de la ansiedad con ansiedad. La única manera de salir de ese color, es mirando desde afuera, o sea, mirarse desde un plano superior. Si te sientas cómodamente, cierras los ojos y te observas, podrás verte sumergido en tu ansiedad con tanta claridad, que hasta podrías pedirle que se retire de tu presencia de inmediato.

Para soltar la ansiedad es importante darse cuenta y sentir que la emergencia que se está enfrentado no existe. Intelectualmente podemos darnos cuenta de que estamos sobre reaccionando a alguna situación, también sobran las personas que están a nuestro lado y que nos están recordando lo mismo, que estamos exagerando. Por lo tanto, queda en evidencia que el solo uso del intelecto no es suficiente para sobreponerse, porque el problema se encuentra sostenido en un plano superior, en el plano de las energías, en el plano de los sentimientos y las emociones que han quedado atascadas en el subconsciente sin que las podamos comprender ni seleccionar.

Tenemos la facultad de dar luz a esas emociones que están sobrepasándonos, nadie está impedido de llegar a esos terrenos que parecen moverse sin nuestro consentimiento. Si nos elevamos a esos planos podemos lograr sentir esas emociones conscientemente, podemos conversar con ellas, podemos escucharlas y podemos llegar a dialogar y alcanzar un consenso con ellas.

Si miramos desde un punto de vista más elevado, veremos que nunca estamos en riesgo. Pase lo que pase, solo se trata de una experiencia que hemos cargado de angustia y miedo, debido a los aprendizajes que tenemos incorporados en nuestro subconsciente. Si reposas tu mente y miras con más atención verás que la perdida de la paz interior solo corresponde a una mirada desde el punto de vista terrenal, una mirada contagiada del miedo social, comercial, económico, religioso, político y cualquier otro que se encuentre vigente en la actualidad.

Si mides tu existencia de acuerdo a los parámetros terrenales, tus miedos y ansiedades son absolutamente verdaderos y ninguna terapia o terapeuta podrá quitarte ese dolor. Cualquiera que no se dé cuenta de que su existencia pertenece a otra dimensión, se sentirá en medio de un potencial desastre y al borde de la muerte. Nuestro ser físico siempre se encuentra en medio del peligro, cualquier cosa puede suceder en cualquier momento y en cualquier lugar.  Solo cuando comprendes que tu ser es mucho más que tu cuerpo físico descansarás y aun que te parezca que la emergencia está relacionada con tu sobrevivencia, podrás recordar que nunca estas en riesgo vital porque eres un ser inmortal. 

Si te sientes invadido(a) por la ansiedad, deja que ella llegue a ti en paz. Ella te trae un mensaje muy importante, escucha lo que tiene que decir, deja de temerle, deja que te hable de una vez. Si escuchas con atención, valentía y paciencia, podrás escuchar la voz del niño(a) interior que te dice lo que aprendió en su infancia. Ella te va a decir que estas en riesgo, que si no te apuras la vida se te complicará, que si no haces algo todo fracasará, que si no te mueves todo te aplastará, que si no comes no podrás encontrar alivio, que si no te angustias no podrás actuar, que si no te preocupas eres un(a) irresponsable,  que si no huyes morirás. Escucha el mensaje y recuerda que todo eso no es verdad. Quizás puedas escuchar la referencia de quien aprendiste eso.

Si nos ponemos en el caso de la muerte, piensa: ¿Por qué puedes temer a morir? Solo podemos temer a la muerte cuando nos olvidamos que no somos solo un cuerpo físico y que somos espíritu encarnado que  anda experimentando vivencias. No es fácil soltar el miedo a la muerte, pero al menos podemos tener presente que aunque enfermes y te digan que te quedan horas de vida no existe ninguna emergencia. Todos vamos a dejar nuestro cuerpo físico en algún momento y puede ser por medio de una enfermedad, un accidente o por cualquier otra razón y no es posible evitarlo jamás. ¿Qué caso tiene volverse loco con eso?

Patricia González
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